En una carrera ciclista, cuando se aproxima un cruce estrecho, cuando se divisa el comienzo de un puerto o, simplemente, cuando se detecta un momento importante en la carrera, los corredores toman posiciones. Buscan situarse en la parte delantera, incluso pugnando por ver quién lidera o entra en cabeza en la curva cerrada o la carretera serpenteante. La legislatura está en ese punto; llega a su ecuador. Los partidos empiezan a colocarse para no quedar cortados o fuera de foco. Todos marcan posición.

También Pedro Sánchez, sabedor de que comienzan dos años en los que irá acentuándose el esfuerzo de sus aliados por desmarcarse. El presidente del Gobierno, que ya ha hecho saber su pretensión de volver a ser candidato, trata de enfundarse el maillot amarillo de «España avanza». Y se proyecta hasta 2027, sea o no capaz de aprobar unos Presupuestos esta legislatura. No contempla adelantar elecciones, aunque tenga que volver a prorrogar los números, que datan de 2023. La incapacidad de reunir una mayoría suficiente ha provocado el hecho inédito de que el Ejecutivo esté gobernando con unas cuentas de la legislatura pasada. Sí, son de un Ejecutivo de Sánchez, pero fueron validadas por un Congreso ya disuelto. Las Cuentas Públicas son la piedra angular para ahormar un proyecto político. Su ausencia, sumada a la derrota parlamentaria de votaciones importantes, hace atisbar un horizonte incierto y complejo, de legislatura a trapazos.

Quedan muchos kilómetros para la meta de 2027, pero Sánchez lanza ya su esprint y su cartel: «Nuestro país vive una de las épocas de mayor prosperidad de su historia democrática». Y ayer, en una comparecencia para cerrar el curso político y hacer balance, pedaleó 46 minutos a ritmo de profusión de datos.

Desde la línea de salida de las generales de 2023 se supo que la etapa que afrontaba Sánchez tenía rampas duras. Difícil poner a tirar a gregarios de diferentes equipos con intereses muchas veces contrapuestos y distintos al Gobierno. Pero el jefe del Ejecutivo ha encontrado viento a favor: la buena marcha de la economía, los datos macroeconómicos: crecimiento, empleo, inversión extranjera… y a ese escenario positivo fía un porcentaje muy grande de sus aspiraciones de no adelantar elecciones y de agotar mandato. Mientras no haya números rojos, las cesiones a los independentistas, la financiación singular a Cataluña que agrieta a su partido, la debilidad parlamentaria o la presunta trama corrupta en el seno del PSOE y el Gobierno son puertos escalables, aunque dejen una fatiga importante.

En La Moncloa saben que la meta volante del ecuador de legislatura supone que comiencen los movimientos estratégicos. Que la estrategia política anticipa que los partidos que sustentan a Sánchez intentarán distanciarse, de manera más exacerbada a medida que se acerque el final. El propósito es buscar votos, dar motivos para que les voten a ellos y no al PSOE.

La Moncloa asume que precisará de trabajo para contrarrestar esa dinámica. Y de alguna manera ya ha empezado. Sánchez mostró ayer su disposición a presentar unos Presupuestos para 2026. El propósito no es nuevo. En septiembre de 2024 dijo lo mismo de cara a las cuentas de 2025 y no las presentó, al constatar que no tenía apoyos suficientes. El mensaje encierra ahora un trasfondo: el presidente del Gobierno señala que «queda mucho trabajo por hacer»; «queda mucha legislatura por delante»; «el Gobierno va a presentar los Presupuestos para 2026»… Declaraciones de intenciones, propósitos de hacer. Otra cosa es que no le dejen o sus socios no le apoyen. Ahí se juega la carrera. Buscar culpables.

En La Moncloa explican que su único socio es, en realidad, Sumar. A partir de ahí se abren escenarios e incertidumbres respecto a los apoyos. La convicción es tratar de llegar a 2027 o todo lo cerca que se pueda. Tener o no Presupuestos debería suponer un puerto fuera de categoría, un punto de inflexión. Al menos así lo veía el Pedro Sánchez de 2018, que reprochaba a Mariano Rajoy que un «Gobierno sin Presupuestos no puede hacer nada»; o el Pedro Sánchez de 2019, que se vio obligado a adelantar elecciones después de que el independentismo le tumbara las cuentas: «Llámenme clásico, pero sin Presupuestos no se puede gobernar».

Los Presupuestos son vistos en el Ejecutivo como una medida de «presión» para los socios. Una última carta y un argumento con el que contraatacar. La reflexión que hacen en el equipo del presidente del Gobierno es la siguiente: no tener Presupuestos «nos hace daño», pero aun en un escenario de debilidad y de una subida del listón de exigencias por parte de sus socios creen que presentar un proyecto «retrata» a estos. Porque aunque los partidos aprovechen para tratar de obtener réditos políticos e intentar doblar el pulso, creen que ellos también tienen la baza, llegado el momento, de poner sobre la mesa todo lo que hayan podido ofrecer y lo que los partidos han rechazado. A lo que estaban dispuestos y quieren hacer, como reclamo del voto, de tratar de convencer a la ciudadanía de que ellos están dispuestos a hacer lo que otros quieren, y que sólo ellos pueden hacerlo, porque son los que tienen la opción de gobernar.

Sánchez lo explicitó así: «No hay una mayoría en el Congreso con una orientación ideológica u otra, pero el único que puede articular mayorías en positivo es el PSOE». Y empieza a jalonar sus intervenciones de mensajes al ciudadano: «Hoy el país tiene una situación económica que no tiene ningún otro país europeo»; «Nuestra agenda política es de hechos»; «Esta es la España real, no es un país perfecto, pero que mejora año tras año en los indicadores internacionales»; «Los datos no mienten, España avanza y lo hace con su ciudadanía»… Lo que contrapone a la oposición, a un PP que presenta como un «disco rayado» y a una «alternativa que es un Gobierno de Feijóo con Abascal».

por Admins

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