Te apoyas, haces fuerza y tiras de la ruleta. Así han vivido muchas votaciones en el Gobierno. Habiendo empleado toda la fuerza posible, pero sin saber si habría premio, comodín, pasa turno o quiebra. Este miércoles tocó quiebra, pero en el Gobierno creen que Yolanda Díaz usó un comodín: el de mostrar su enfado y atacar con una dureza no vista antes a Junts por parte de un miembro del Gobierno en el Congreso, aunque no son muchos los comodines de los que dispone el Ejecutivo. Este jueves acusó en Onda Cero a la formación independentista de «chantaje». En Junts hay un gran malestar por el tono y las formas de la vicepresidenta segunda. En La Moncloa y en el PSOE si bien muestran empatía con ella, asumen que boicoteó su estrategia de no elevar el tono contra sus socios en plena negociación de los Presupuestos.
«Ejerció el derecho a defender su propuesta», explican fuentes socialistas, que enmarcan la dureza y las formas en el hecho de que Sumar «no tiene muchas banderas» y la reducción de la jornada laboral era una de ellas, sino la única en estos tiempos. «Ella estaba obligada a defenderlo a muerte. Si hasta ha ido a ver a Puigdemont. Es comprensible su enfado». Los socialistas insisten en que la reducción de jornada es una norma que hacen suya pero, a la vez, las fuentes consultadas anticipan que «no volverá pronto» al Congreso. Ahora toca negociar con Junts las ayudas a pymes y comerciantes catalanes.
«Usted en esta lucha representa el capital y aquí yo y el Gobierno están representando a las gentes trabajadoras catalanas y también españolas. Usted se pone del lado de quien hoy en España y Cataluña se está forrando», fue alguno de los mensajes que Díaz le espetó a Miriam Nogueras, portavoz de Junts, durante el debate. «Junts se enfada porque creen que Yolanda no les tenía que apretar tanto, pero la guerra es la guerra», describen en el Gobierno.
Saben en La Moncloa el enfado que recorre a Junts, pero no se sienten interpelados, lo circunscriben a la vicepresidenta ninguna y no a que el rifirrafe suponga más dificultad para aprobar nuevas iniciativas o a la negociación de los Presupuestos. Creen que los independentistas manejan la dinámica parlamentaria. Sí, son conscientes que precisarán, en todo caso, de más esfuerzo y trabajo. Quienes están al tanto de la relación con Junts explican que admiten que «no es el momento de elevar el tono»; «hay que tener cuidado con sacar la pata del tiesto por nuestra parte» porque se está en la antesala de la negociación de los Presupuestos.
Pedro Sánchez parece que esta vez sí está decidido a presentar las cuentas, para cuya hipotética aprobación necesita el apoyo de todos sus socios, desde Junts a Podemos. Y saben en el núcleo duro del presidente del Gobierno que todo el «ruido» al que ellos contribuyan no hará otra cosa que añadir más obstáculos. «Esperemos que vayan entrando», es el deseo que muestran en el equipo de Sánchez respecto a Junts y los Presupuestos. «Puigdemont está muy desesperado por el tema de la amnistía», lamentan otras fuentes consultadas.
«No es momento de entrar al trapo», sentencian fuentes socialistas, que admiten que con el horizonte del Rubicón de la negociación de Presupuestos «todo el mundo está muy sensible», y donde ahora hay enfado tocará «dar cariño». Porque pese al desencuentro generado por el tono de Díaz, en La Moncloa existe la creencia de que lo sucedido no supone interferencia en el diálogo de las Cuentas públicas. La utopía en el complejo presidencial es aspirar a tener unos números que blinden a Sánchez en La Moncloa hasta 2027, aunque está decidido a transitar ese camino logre o no aprobar unas cuentas esta legislatura. Pero el camino está lleno de trampas, y partidos como el PNV advierten ya de que, pasado el ecuador de la legislatura, será imposible que las formaciones esquinen sus ideologías para aceptar imposiciones del Gobierno. En el Ejecutivo ya desde el verano, saben que el inicio el curso político era también el pistoletazo de salida de una precampaña.
Esta situación donde se ha surfeado el ecuador del mandato, ha propiciado un cambio de mentalidad en La Moncloa, que se cimentó antes de irse de vacaciones. Se acabó el tiempo de contemporizar y han decidido pasar al ataque: llevar iniciativas al Congreso aún a sabiendas de que serán derrotados para «retratar» a sus socios. Una estrategia que ya dibujó Sánchez en la última semana de julio. En ese marco se explica la votación de la reducción de jornada y la pretensión de llevar los Presupuestos. Si bien los socialistas han marcado distancia de la derrota de Díaz, dejando claro que la negociación ha sido sólo obra suya y que Junts siempre dejó claro su posición. «Hay que llevar las cosas cuando hay agua», resumen fuentes socialistas de primer nivel, dejando constancia de que en la reducción de jornada la piscina estaba vacía.
«Yolanda necesitaba ganar puntos de cara a los suyos», exponen fuentes gubernamentales para explicar esa implicación en la negociación y esa vehemencia de la vicepresidenta. Con todo, no hay incomodidad en La Moncloa por la derrota. No les parece mal el escenario, porque, según su análisis, dan por hecho que habrá movilizaciones y aprovecharán la «presión social y política» para apretar al PP. «Hay votaciones que vale la pena perder porque son banderas políticas que abren debates».