A Andoni Álvarez y a José Antonio Barandiaran Barandi les une un silencio cómplice. Un mutismo cobarde. Alcaldes de Andoain por las siglas blanqueadas de la izquierda abertzale, ni el actual alcalde ni el que lo fue hace 25 años han querido pronunciarse sobre el asesinato de José Luis López de Lacalle, el columnista de EL MUNDO que había sido condenado por la dictadura franquista a 6 años de cárcel por luchar por los derechos de los trabajadores. Álvarez, un mediocre pelotari aupado por EH Bildu para recuperar la Alcaldía, ni siquiera ha sido capaz de mantener la «mesa por la convivencia» activada en 2015 en el municipio. Fiel al férreo control de la dirección abertzale, su sigilo protege a su jefe político, Arnaldo Otegi. El ahora secretario general de EH Bildu también calla cuando se le da la oportunidad de aclarar por qué remató con sus palabras los tres disparos y el tiro de gracia con los que el etarra José Ignacio Guridi Lasa asesinó al articulista el 7 de mayo del 2000.
Álvarez, 25 años después, sigue la estela marcada por José Antonio Barandiaran Barandi, el alcalde de Andoain que entre 1999 y 2003 fue testigo de los asesinatos de José Luis López de Lacalle y de su amigo Joseba Pagazaurtundua sin un gesto público de rechazo, sin un guiño de humanidad con sus víctimas. Barandi, alcalde de Andoain por Euskal Herritarrok, y Arnaldo Otegi, portavoz de las mismas siglas, se convirtieron en los verdugos de la segunda ejecución de López de Lacalle; el intento de asesinato civil de sus familiares. Muchos sospechaban que el tímido Barandi era un militante abertzale bien valorado por ETA. A su lado, además, contaba con Ainhoa Ozaeta, teniente de alcalde y prototipo del batasuno al que le faltaba tiempo y le sobraba odio para reforzar a la banda.
Barandi y Ozaeta cumplieron con los pronósticos. El 18 de mayo de 2008, se reunieron en Arcachon con el jefe de ETA Francisco Javier López Peña ‘Thierry’ y su lugarteniente y ex parlamentario vasco Jon Salaberria. Barandi, que llevó a la Guardia Civil involuntariamente hasta Thierry, había sido invitado a asesorar a ETA sobre el «sistema político de un Estado vasco».
Si Barandi tardó ocho años en despojarse de su disfraz, Arnaldo Otegi sólo necesitó unas horas para ejercer de portavoz de ETA y rematar a López de Lacalle ante las cámaras de ETB. «Yo creo que ETA -me imagino- pretende, en primer lugar, poner encima de la mesa el papel de determinados medios de comunicación, el papel de determinados profesionales que, a juicio de ETA en todo caso, están planteando una estrategia informativa de manipulación y de guerra en el conflicto de Euskal Herria», señaló Otegi. Una «interpretación» sobre el asesinato de López de Lacalle que Otegi ha considerado una «manipulación» de sus palabras, como aseguró en una entrevista en 2022 con Jordi Évole en Salvados. Entonces, y tras ver un vídeo de Aitziber López de Lacalle, Otegi señaló que en esas declaraciones incluyó que no existía una «justificación y legitimación» del asesinato. «Mi posición la manifesté donde la manifesté y en los términos en los que la manifesté», respondió enigmático. EL MUNDO ha pedido al equipo de comunicación de EH Bildu que, 25 años después del asesinato, Otegi aclare su posición sobre este crimen sin obtener respuesta.
El silencio de EH Bildu en 2025 abona su complicidad con la presión terrorista que ETA activó desde 1957 contra los medios de comunicación y contrasta con las posiciones políticas del resto de portavoces municipales en Andoain, incluido Podemos, el socio en el equipo de gobierno del alcalde Andoni Álvarez.
«Vivíamos en una situación en la que exponer claramente tu oposición a la violencia de ETA te hacía ser una posible víctima de ETA. José Luis siempre fue claro en su postura y lamentablemente lo acabó pagando con su vida», reconoce Pepe Iparraguirre, el edil de Podemos que acude a los actos de recuerdo y homenaje organizados por el PSE-EE de Andoain cada 7 de mayo. Actos en los que la ex alcaldesa y parlamentaria vasca Maider Laínez (PSE-EE) reclama la importancia de la memoria, sobre todo entre los más jóvenes.
«Me gustaría que nuestra juventud y las siguientes generaciones conozcan el daño que el terrorismo ha causado, para que no se repita jamás. Debemos hablar de lo que pasó con ellas y ellos, para que conozcan que en Andoain también se mató. Además, se lo debemos a todas las víctimas y a sus familias», sostiene Laínez cuando ya prepara el acto que se celebrará hoy en Andoain. «Fue un acto sin sentido e incomprensible, que sólo causó dolor y sufrimiento y que nunca debió producirse, porque ningún asesinato tiene nunca sentido ni justificación posible», lega como mensaje a quienes aún no habían nacido o eran unos niños en el año 2000.
También el PNV, con históricos como Mikel Arregi (hermano de Joseba Arregi) y el actual portavoz municipal Imanol Goenaga, tiene claro su posicionamiento contra el terrorismo. Preguntado sobre cómo explicaría a un joven el asesinato de López de Lacalle, Goenaga -que en el año 2000 era un niño- rechaza sin ambages el crimen: «Este pueblo ha sufrido dura e injustamente el terrorismo de ETA. Que no hubo ninguna justificación para matar al que pensaba diferente. Que la vida humana es la vida humana, y se encuentra por encima de las diferencias ideológicas. Que matar estuvo mal. Que aquello jamás debió ocurrir».
Una postura ética que, como reconoce Iparraguirre, aún no es asumida por gran parte de los que señalaron a José Luis López de Lacalle las semanas previas a su atentado, que vigilaron a quienes se acercaban a consolar a Mari Paz y a sus hijos, que sonrieron con las pintadas de «Lacalle, jódete» y «Asesino» tras el crimen y que durante años trataron como proscritos a las víctimas de ETA.
El concejal nacionalista reconoce que «los representantes políticos no hemos dado la talla» en Andoain para ir más allá después de haber impulsado la publicación de un «Informe sobre conculcaciones de derechos humanos y acciones violentas ocurridas entre 1956 y 2018» y un documental con testimonios, incluido el de Mari Paz Artolazabal.
«El problema es que quizá la sociedad de Andoain ha dado un paso a un lado y no la vemos con ganas de seguir con este tema; prefieren obviarlo pero sería un nuevo cierre en falso», constata Iparraguirre. No es casual que en Andoain se haya congelado la tímida iniciativa política auspiciada en 2015 para generar una mesa de convivencia. Ni que el Ayuntamiento, controlado ahora como hace 25 años por la izquierda abertzale, nunca haya reconocido públicamente a las víctimas del terrorismo.
El asesinato de José Luis López de Lacalle reúne todos los mecanismos de complicidad entre la banda terrorista y su brazo político-social. Era un referente político en Guipúzcoa después de décadas de compromiso público con la libertad. Pidiendo perdón a sus lectores, publicó el 25 de julio de 1998 una columna titulada ¿Nacionalista? Ni vasco, ni español en la que describe su trayectoria pública. Fundador y militante del PC de Euskadi, de Comisiones Obreras en Guipúzcoa y defensor del euskera en el franquismo. El analista vasco defendía el autogobierno desde la pluralidad vasca y se comprometió con el Foro de Ermua y de Basta ya! ante la dictadura de ETA y de sus seguidores.
«El año 2000 fue especialmente cruento, con 17 atentados contra periodistas. ETA, quizá consciente de que perdía la batalla de la opinión, intensificó en número y gravedad los ataques contra los medios y los profesionales de la comunicación», señaló la doctora en Comunicación de la Universidad de Navarra Roncesvalles Labiano. Una «batalla por la opinión» en la que José Luis De Lacalle se mostró siempre firme aunque era consciente de lo que se jugaba en ella. «La persona que exprese públicamente lo que piensa puede sufrir serias incomodidades;también su familia», publicó en EL MUNDO el 18 de marzo de 2000 cuando el comando Ttotto de ETA ya planificaba los detalles de su asesinato.